Si yo fuera Dios, me dedicaría a llover. Y caer de a poquito en todas partes: hacer figuras en el suelo, en las ventanas y en la ropa de los que están fuera y sin paraguas.
Cada día, tendría que elegir un lugar del que empaparme y aprenderme de memoria sus calles, sus pendientes, sus techos y sus canales.
Si fuera Dios, atravesaría cristales de colores todo el tiempo, correteando briznas de polvo para pintarlas de amarillo, de verde, de azules.
Porque si fuera Dios, y pudiera entonces hacer cualquier cosa, tendría que encargarme, primordialmente, de jugar.
(resulta que no solo he escrito en mayúsculas y minúsculas, sino que he hablado de Dios. gracias, Juan: al parecer empezaste a desenterrarlo un poco)